11 Nov Un collage de belleza
No sé por qué no les había hablado antes de Bryan Dávila. Lo conocí hace mucho, cuando lo entrevisté por primera vez con LTM, además de habernos topado en varias colaboraciones fotográficas que hemos hecho para esa marca.
Siempre lo veo vestido de negro como muy pocos saben llevar ese color (es más difícil de lo que parece)… y me encanta como se ve. Es un hombre muy alto con un garbo único que muy pocos tienen. A pesar de todos nuestros encuentros, salidas y trabajos, nunca había conocido su espacio. Así que un día le propuse mi visita para hacer esta nota y, ha decir verdad, me costó convencerlo un poco.
Bryan está rodeado de diseño por donde se vea. “Siempre me ha gustado admirar lo bello, siempre busco piezas, elementos, algo qué hacer”, me dice una vez dentro de ese lugar –su lugar– tan personal y estético. Su instinto es crear. Es algo con lo que creció desde que veía a su abuelo pintar, fotografiar, arreglar el motor de su auto, escuchar Elvis. Su abuelo, además de ser un referente, es el modelo de quien heredó el estilo de vida que hoy Bryan lleva como suyo.
Cuando alguien me cuenta de personas que fueron especiales en su vida, me fascina ver sus ojos. Siempre cambian, toman un brillo que hasta ahora no logro terminar de describir cuando escribo. Suele ser así: cuando conversamos en sus espacios, las personas comienzan a buscar cosas para describirse, detalles de cómo los recuerdan y tratan de explicarme lo que significan y la huella que dejaron en ellos.
También pasó con Bryan, como cuando tomó una fotografía muy antigua para buscar entre más de 100 navales el rostro de su abuelo. Entonces empezó a contarme cómo junto con él, realizó sus primeros retratos realistas. En cuadrículas que le daban la pauta de qué hacer y por dónde seguir, poco a poco se iba perfilando su amor por el diseño que luego lo profesionalizó con varios estudios en EE.UU, Argentina y Ecuador.
Hay muchas personas que prefieren no definirse con una etiqueta, ni deberían hacerlo. Bryan no es sólo un diseñador gráfico, no puede definirse así nada más. él siente pasión por el diseño, más que sólo asumirlo como una profesión. Una de las evidencias por este deleite inagotable son sus collages, y verlos te lleva a revivir su paciencia, su gusto y su dedicación al momento de elaborarlos. En ese proceso, todo se vuelve una especie de meditación, un viaje introspectivo con cada tema que escoge para trabajar. Le sucede algo similar cuando visita librerías antiguas de Quito para hojear textos pasados y rescata algo de lo que encuentra por ahí para crear algo nuevo.
Bryan vive esa afición más allá de la obra. Algunas de esos detalles o momentos de su vida incluso pasan de las hojas, para plasmarlas en su piel. Así, en su brazo se ve tatuado un labial y en él, el símbolo de la belleza, el amor de su madre. Ella fue y ha sido su referente de vanidad y gusto femenino, y por quien se inclinó a la fotografía de mujeres. También hay otras cosas que se han complementado con personas que se cruzaron en su camino y que comparten el mismo gusto. Aparecen en ese panorama Jaime Moreno, con quien formó LTM y Saúl Endara, otro fotógrafo con el que han trabajado en varios editoriales de moda. Todos ellos, mis fotógrafos favoritos.
Quería escribir algo sobre Bryan y me alegra que finalmente se haya dado la oportunidad de conocerlo más y poder contárselo a ustedes. No es sencillo encontrar a alguien así, con una facilidad impresionante para transformarse. Conocerlo más a fondo, en el momento preciso, me hizo descubrir que detrás del creador hay también un caballero, una cualidad que de su abuelo heredó.