EL FANTÁSTICO MUNDO DE CRISTINA MUÑOZ

TEXTO Y FOTOS: @_more_cardona_jativa

El 9 de febrero en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito se inauguró la muestra Es Fantástico de Cristina Muñoz. Con un aforo de cientos de personas se acercaron, muchos por primera vez, a los bioplásticos. Los pudieron ver aplicados a experimentos caseros, prendas de vestir, objetos utilitarios, diferentes tejidos; incluso los pudieron saborear.

Los  bioplásticos se producen de materias primas de plantas y otros materiales biológicos, y son creados como una alternativa a la crisis ambiental generada a partir de la producción de materias contaminantes. En el caso de la moda aquellas que son producidas a base de petróleo (equivalen a ser un plástico textil) tardan décadas, en algunos casos siglos en descomponerse. El poliéster es el caso más popular al ser usado en el 60% de las prendas de vestir, según expertos de Greenpeace.

Aunque el impacto negativo de estos materiales está demostrado, se continúan produciendo cada vez en mayores cantidades. Por ello, adentrarse en las creaciones de Cristina Muñoz es una invitación a reconocer formas en las que se puede evitar ese impacto, incluso desde nuestros hogares.

En una pared de varios metros de altura se encuentran una serie de pruebas de materiales que Cristina realizó en tiempos de pandemia a partir de sus residuos domésticos. Nada más circular que crear a partir de desechos, materiales que pueden volver a la naturaleza sin causar impacto irreparable.

En las conversaciones que mantuvimos con ella en tiempos de encierro, era común escucharla hablar sobre sus experimentos y descubrimientos. Así como era muy sencillo sumarse a su emoción de tangibilizar texturas que eran difíciles de pensar. Ella lleva consigo la pasión y posibilidad de crear lo imaginado. Y lo más bonito es que dentro del disfrute del resultado florece el cuestionamiento de su posible impacto y aplicación.
Escalar esta producción, más allá del trabajo biológico y técnico que representa; también despierta inquietudes sobre su posible industrialización. Por ejemplo, el algodón no era una materia prima contaminante, hasta que el ser humano lo industrializó a escala masiva ¿Cómo evitar los monocultivos que se podrían generar alrededor de estas alternativas?

Los bioplásticos creados por Cristina fueron hechos a base de almidón de papa, yuca y cáscara de naranja, un proyecto que fue desarrollado en el Dlab de la Universidad San Francisco donde colaboran ingenieros, artistas, biólogos, biotecnólogos; pero con la posibilidad de replicar a pequeña escala en nuestros propios hogares haciéndonos cuestionar sobre nuestros hábitos de producción de desechos. Pero más todavía a preguntarnos por qué hemos tardado en contemplar maneras de crear y producir desde la inquietud y la posibilidad de la solución por sobre la comercialización de las tendencias de turno.

“Aunque parezca un proyecto futurista, en realidad, estos procesos biogenerados son incluso más antiguos que el propio poliéster. En la década de 1930 se presentó por primera vez una tela desarrollada a partir de la leche, y este fue el inicio de la biofabricación textil. Basándose en esto, en 2011 la empresa QMilk introdujo al mercado un textil derivado de la caseína, una proteína no alimenticia de la leche; dicho textil ahora es usado por marcas de ropa sostenible como Vaude”. (biotextiles, la revolución de los materiales – Lifestyle KIKI)

Para Cristina cada paso y descubrimiento que ha dado en este proyecto ha abierto cada vez más posibilidades. Entre ellas el producir sus propias prendas aplicando diversas técnicas de costura, materialidades, usos y modo de desecho. También ha creado objetos funcionales y alternativas a productos de un solo uso como las bolsas de plástico.

Entonces reconocemos lo fantástico y emocionante que es poder mirar, tocar, oler, escuchar, saborear el mundo de Cristina Muñoz, una persona apasionada por la posibilidad de crear, desde la inconformidad, la circularidad, la ética y la consciencia.

Es Fantástico es el nombre de la muestra que estará abierta hasta el 27 de marzo en el Centro de Arte Contemporáneo Quito.