Biotextiles: la revolución de los materiales.

La industria de la moda se ha esforzado por décadas en crear tendencias, colores, siluetas… Ha hecho inversiones millonarias para lograr que todos tengamos la misma oferta ilimitada de estilos y precios a escala mundial. Pero se ha descuidado en invertir en innovación de impacto positivo. En buscar nuevos métodos más responsables y justos en su cadena productiva. No es que ha faltado dinero, conocimiento o capacidades. Es solo que ha podido más la novedad y la ambición, que la pasión y la ética. ¿Puede ser que esta sea una de las industrias con más pendientes en la innovación de soluciones de impacto social y ambiental? ¿Por qué la innovación de materiales de impacto positivo no es normalizada como parte del proceso creativo y/o productivo? 

Desde hace varias temporadas hemos observado novedades tecnológicas en la industria de la moda. La impresión 3D, el corte láser, el uso de materiales no convencionales e incluso, tendencias eco-friendly como el upcycling han estado presentes. A pesar de que estas nuevas aplicaciones han ayudado en cierto punto a reducir recursos en cuánto a producción de telas e insumos, el problema de contaminación sigue siendo inminente. A la búsqueda de la solución de este problema, se suman biólogos, científicos, ingenieros y diseñadores, quienes se esfuerzan por crear nuevas alternativas ecológicas y sostenibles. Y una de las corrientes que cumplen con este principio de innovación de materiales con impacto positivo, es la biofabricación.

La biofabricación consiste en que bacterias, hongos, levaduras y demás, funcionen como productores de nuevas fibras y materiales. Dentro de esto tenemos a los biotextiles, que son materiales alternos creados en laboratorios a partir de materia biológica. Nos preguntaremos ¿Cómo estos conceptos, se relacionan con la moda? 

 

Muchos diseñadores, en trabajo conjunto con científicos, han puesto en marcha proyectos para generar textiles biofabricados a partir de la fermentación y cultivo de microorganismos. Aunque parezca un proyecto futurista, en realidad, estos procesos biogenerados son incluso más antiguos que el propio poliéster. En la década de 1930 se presentó por primera vez una tela desarrollada a partir de la leche, y este fue el inicio de la biofabricación textil. Basándose en esto, en 2011 la empresa QMilk introdujo al mercado un textil derivado de la caseína, una proteína no alimenticia de la leche; dicho textil ahora es usado por marcas de ropa sostenible como Vaude

Estos avances en la industria tecnológica-textil han dado frutos a lo largo de los últimos años, y podemos mencionar a algunos proyectos exitosos como el de la diseñadora estadounidense Suzanne Lee, directora creativa de Modern Meadow, un laboratorio dedicado a la biofabricación textil. Este laboratorio ha sido capaz de generar un cuero a partir de levaduras productoras de colágeno, éste se adapta a una base con textura, se lo tiñe y finalmente se obtiene un material casi idéntico al cuero pero mucho más ligero. Esta experimentación tuvo éxito y ahora existe la marca Zoa, perteneciente a Modern Meadow, que se dedica a la producción de prendas hechas de este cuero biogenerado.   

Siguiendo esta corriente también se encuentra Verónica Bergottini y su emprendimiento ‘BioTex’. Bergottini, doctora en Ciencias Biológicas y también Diseñadora de Indumentaria, ha sido capaz de confeccionar un vestido completo a base de apliques de nanocelulosa bacteriana, que obtuvo gracias a bacterias y levaduras dispuestas en una solución de vinagre de manzana, azúcar y té. Por si fuera poco, Bergottini está actualmente trabajando en el tratamiento de residuos industriales ricos en azúcares, como el extracto de malta, que es el desecho principal de la industria cervecera.

Parece que cada vez los diseñadores y científicos desarrollan proyectos inimaginables, y las empresas y laboratorios especializados en bioproducción son numerosos. Silvio Tinello por ejemplo, creó un zapato 100% biogenerado con desechos de yerba de mate y cultivo de células de micelio (filamentos vegetales de líquenes y hongos). Bolt Threads produce microseda a base de microorganismos que replican la fibra generada por las arañas. La empresa Piñatex, ha logrado crear biotextiles similares al cuero animal a partir de las hojas de piña, incluso la marca deportiva Puma, Hugo Boss y Paul Smith ya han incluido en sus últimas colecciones dicho material.

Mucho hemos hablado del ámbito internacional, y creeríamos que estos grandes proyectos requiere de los mejores laboratorios a nivel mundial, sin embargo, en Ecuador ya se generan biomateriales. El biólogo Nelson Dueñas es director de Mycomaker, un grupo de profesionales que cultiva micelio, biomaterial a base de hongos. Gracias a sus esfuerzos, han logrado generar un material muy fácil de producir y trabajar; incluso, en diciembre de 2019, llevaron a cabo la exposición ‘Micotexturas’, en donde se presentaron macetas, esculturas, lienzos y lámparas que fueron trabajadas en micelio por diseñadores y artistas plásticos.

En el laboratorio DLab de la Universidad San Francisco de Quito, bajo la dirección de Cristina Muñoz y en colaboración de José Álvarez, se han desarrollado biotextiles a partir del almidón y pectina provenientes de los desechos de yuca, camote y papa. Con este biomaterial han sido capaces de crear desde papel film y bolsas, hasta utensilios de cocina y piezas indumentarias. Todos estos productos son biodegradables e increíblemente desarrollados a partir de los desperdicios más comunes de nuestras cocinas.

Sin duda, los materiales biofabricados han jugado un papel fundamental en la innovación científica y en la industria de la moda. A pesar de que algunos de los proyectos mencionados continúan todavía en etapa de perfeccionamiento y mejora, nos dejan algo muy claro: el trabajo interdisciplinario de científicos y creativos está enfocado a la exploración de nuevas alternativas productivas, la generación de materiales innovadores; pero sobre todo, nos dejan abierta la posibilidad de que nuevos profesionales se sumen a esta búsqueda, se sumen a indagar otras alternativas de producción más sostenibles ambientalmente, se sumen a una nueva revolución, a la revolución de los materiales. 

Por Justin Carrillo Herrera.