Compra y venta de segunda mano, las dos caras de la moneda.

 

En este tiempo ha sido refrescante recibir mensajes de personas motivadas a tener un mejor consumo de indumentaria. Entre varias alternativas que existen, la compra y venta de segunda mano es uno de los sistemas de moda predilectos y que más movimiento ha tenido en los últimos años a escala local y mundial.

Incluso vemos a celebridades y líderes de opinión siendo parte de él. Como siempre, este tipo de información, normaliza, valida y motiva a otros a considerar que lo que se está haciendo va por buen camino. Sin embargo, esto no termina de eliminar el hecho de que, en promedio, hace 30 años venimos almacenando en nuestro closet más indumentaria de la que usamos. Según un informe de Council for Textile Recycle se dice que normalmente una persona usa el 20% de su closet.

 

 

Si contrastan estos contextos con la contaminación del plástico (tan solo tomando un pequeño ejemplo) hemos concientizado la importancia de procurar no usar plástico de un solo uso, para mejorar nuestro consumo; pero no se genera ese pensamiento en la moda, en lo que pasa algo similar, con tendencias que duran tres meses, con suerte, para luego dejarlas en desuso.

Nos encontramos en un momento que no solo hay que apuntar a mejor, sino que a hacer las cosas bien o al menos intentar apuntar a eso. Esta nota, más que tachar algo como bueno o malo tiene como intención comprender el escenario en el que vivimos y lo que nuestras decisiones de compra pueden significar desde los grados de acción que cada uno tiene como individuo, y quien sabe, con suerte tomar decisiones más conscientes.

La compra y venta de indumentaria es algo que muchos ya lo sentimos en el ambiente. Localmente ya contamos con tiendas como @nastydiamonds, el viejo almacen,  @amiguiec;  las ferias independientes se han hecho más constantes, @elpulguerouio ha incrementado considerablemente las ediciones realizadas en el 2019; ferias masivas en Santo Domingo, el Inca, La Bota…, y cuentas de instagram que generan contenido constantemente con nuevos encuentros y producciones fotográficas que otras marcas envidiarían como @elcirculo, @vodoochildren@sparta.bewarrior @anaquelcue… Es un sistema que ha comenzado a normalizarse tanto que incluso, en otros países, es común encontrar tachos de donación de ropa para marcas, organizaciones sin fines de lucro en las calles y también en tiendas de moda que motivan las donaciones a cambio de descuentos.

 

campaña Voodoo children

Hasta ahí, todo parece ir por buen camino. Y más que eso, los mayores involucrados se han accionado y comienzan a buscar mejores prácticas. Pero esto también es un gran síntoma del exceso de indumentaria que se tiene a escala personal y social, tanto que muchas veces ya no se tiene sitio donde ponerla. Entonces, ¿cómo funciona?

Las primeras alertas de esta modalidad es que está modificando el sistema de consumo de moda. Primero genera vínculos emocionales de sentir que estamos haciendo bien y aportando al ecosistema al vender nuestra ropa. Sabemos que le estamos dando un mejor fin y qué mejor, hacemos dinero también. El problema recae cuando generamos un hábito de llenar el closet, vender y volver a comprar. Es un ciclo de consumo peligroso y dañino. Es un sistema en el que simplemente desechamos prendas para hacer plata y comprar nuevamente… Eso no funciona para la problemática de consumo desmedido de indumentaria que hay en la ciudad y el planeta. A esto se suma que a medida que este mercado crece, amenaza el sector productivo local, y aleja más todavía el consumo a marcas locales, principalmente por un tema de precio que también se justifica en la sensación de que hacemos mejor al momento de comprar algo de segunda. Pero no necesariamente estamos haciendo bien. Es por esto que en ciertos países como Ruanda ya han creado políticas que beneficien al sistema local como el poner impuestos a prendas de segunda mano, generar políticas públicas que puedan aportar al crecimiento de la industria local como facilitar el acceso a materias primas, a la par de apuntar a proyectos de exportaciones con propuestas de diseño que refuercen una estética identitaria de su localidad, ya que es lo que los hace distintos al resto del mundo que no puede competir en esa estética, sin olvidar alianzas que garanticen un buen fin a las prendas.

 

En el caso de H&M ya se han creado las primeras colecciones hechas a partir de prendas y/o insumos reciclados que no representa ni un 3% de las donaciones que reciben. Todavía se encuentran en los primeros pasos de cómo abarcar más cantidad en sus producciones, pero al menos hay una intención por donde han comenzado. También se habla de que abrirán una tienda on line de segunda, lo que les haría la primera marca de moda rápida a escala mundial en crear un formato propio como una rama de negocio. En otros casos como la plataforma on line de venta de productos de lujo The Real/Real ha hecho alianza con Stella McCartney que ofrece descuentos y tienen el firme objetivo, según The Bussiness Of Fashion, de generar un ecosistema en el que las marcas de lujo no tengan más opción que sumarse a este mercado gris u otras que han desarrollado inteligencia artificial en sus aplicaciones para que los usuarios puedan “probarse” las prendas. Es un mercado que, hoy por hoy, se encuentra en constante movimiento e innovación.

 

 

A escala nacional este sistema de consumo es cada vez más evidente. Por suerte, todavía, no cuenta con problemáticas de otros países. Por ejemplo, en Estados Unidos, Canadá, España, Italia, Francia… donde los tachos de “donaciones” se han normalizado, es un hecho que no llegan a quien más lo necesita, gratis. Las prendas son revisadas y separadas, muchas veces, según estado, calidad, tendencia, marca. Las más útiles se quedan en el país que fueron recolectadas para donar o en el mejor de los casos venderlas, generando rendimiento económico para fundaciones. Mientras que el resto, que son toneladas de ropa, son manejadas por otras empresas que por lo general; empacan todo en paquetes compresados que envían como “donación” a países como Haití, Pakistan, India, Senegal… donde las prendas son divididas nuevamente y luego llevadas a mercados de toda índole; y la gente compra, lo que un inicio fue entregado como donación. Los sobrantes de esas prendas, en la mayoría de los casos, es incinerada o dejada en depósitos sanitarios, teniendo en cuenta que las prendas de ropa NO son biodegradables. Lo que quiere decir que unos cuantos países se encargan de los desechos de otros.

 

 

Siempre hay dos lados de la moneda. En este caso, es imposible no reconocer que este sistema de consumo y negocio también ha creado plazas laborales que antes no existían. Desde cazadores de “tesoros” que constantemente buscan prendas que pueden ser atractivas en el mercado y las re venden, grandes empresas que contratan personas para la separación de prendas, en Senegal hay 3 000 plazas de trabajo al año, sin olvidar emprendedores de tiendas, diseñadores que trabajan con materia prima de prendas de segunda como el caso de @selvatailoring o @remu.apparel en Ecuador. (pueden ver las notas que les hemos hecho aquí y aquí)

 

Como consumidores nuestra responsabilidad está en cada una de las decisiones de compra que hacemos, reconociendo las implicaciones que tienen. Como profesionales, también tenemos la responsabilidad desde nuestras marcas y/o emprendimientos de innovar y encontrar acciones desde nuestros campos de injerencia, mientras que juntos se podrían generar más espacios de discusión para plantear soluciones que también demanden, si es necesario, cambios en políticas públicas. ¿Por qué no? No hay que olvidar que como consumidores podemos y tenemos el derecho de exigir. Tenemos un gran poder que depende de nosotros silenciarlo o no.

Si no nos movilizamos invisibilizamos la responsabilidad y consecuencias de nuestros consumos y acciones como profesionales.