Género y moda, una historia en espiral

POR: Juan Carlos Guamán

¿Por qué es relevante entender la dinámica entre el género e indumentaria a lo largo de la historia? Si bien la dicotomía de lo masculino/femenino en el vestido tuvo origen en el Renacimiento, también es evidente que sus discursos y concepciones han entrado en un momento disruptivo.

 Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Para comprender este proceso, partimos por reconocer que la indumentaria ha estado presente en distintas culturas y regiones del mundo desde la Edad Antigua. Cuando se establecieron un sistema de leyes y códigos suntuarios* a partir del siglo XIV, alcanzando su desarrollo en el Renacimiento. Sobre todo, en las cortes de Italia, Alemania y Francia las cuales buscaban vestir à la mode con el fin de distinguirse del austero traje español (Squicciarino, 2012). Llegó a su apogeo en Europa Occidental durante los siglos XVII y XVIII, teniendo un cambio abrupto en la dinámica social después de la Revolución Francesa – debido a la transformación política que hubo en el país—, y que a su vez acabó con la monarquía, generando un modelo que se replicaría posteriormente en gran parte de Europa.

Esto resultó en el desapego y desinterés masculino por el constante cambio de indumentaria y la frivolidad de la moda; según Flügel, a este acontecimiento se lo conoce como: La gran renuncia masculina. Lo que detonó en un marcado contraste en los modos vestimentarios entre los géneros femenino y masculino; otorgando a la mujer la coquetería y el ornamento en el vestido, mientras que para el hombre se reservó el recato y la sobriedad. Todo adorno en la vestimenta masculina de la época es considerada como una muestra de feminidad y desapego a la norma.

Por otro lado, el crecimiento exponencial que trajo la Revolución Industrial en la producción de prendas de vestir y el auge del capitalismo en el siglo XIX crea un nuevo sistema de estratificación social basada en el poder económico de los sujetos. Para ese entonces, las concepciones sociales en cuanto a la feminidad y la masculinidad en la indumentaria empiezan a ser reproducidas, tomando fuerza en el marco mundial. A la par que las maquilas textiles aumentan, también la mano de obra que está representada en 80% por mujeres; en muchos casos, en situación de vulnerabilidad y violentadas de sus derechos.

Fotografía del Museums Victoria

Reforzando la idea de la estratificación de los géneros en lo que la socialista Zilah Eisenstein (1980) denomina “patriarcado capitalista”. A lo largo del todo el siglo XX la moda se establece como un sistema sólido que clasifica, segrega, distingue y destaca a sujetos dentro de una comunidad por medio de la indumentaria y de cierta forma ejerce un poder sobre los cuerpos a través de un sinnúmero de simbolismos traducidos en paletas de color, texturas, textiles, siluetas que dividen a la indumentaria en dos –basados en el criterio de los cuerpos sexuados.

Así mismo, los feminismos, la lucha por la reivindicación de las diversidades sexo-genéricas y los activismos latentes en pro de los derechos de la comunidad LGBTI+, han provocado una nueva ola dentro del sistema de la moda. Nos permite visibilizar propuestas bajo el lema “la moda no tiene género”; replanteando significados sobre el género que, esta vez, son propuestos desde una perspectiva social.

Gay rainbow flag seen during pride parade in the city. Parade goers participate in gay pride march. Fotografía de Pexels.

Sin embargo ¿Cabe la posibilidad de pensar sobre este cambio de percepción como un efecto de la influencia que tiene la moda dentro de la cultura social? ¿Por qué no se visibiliza de la misma forma a las mujeres explotadas en maquilas textiles? ¿Por qué se producen camisetas de orgullo LGBTIQ+ en países en los que es ilegal no ser hetero? Es precisamente, así como ha trabajado la moda durante varios siglos, disciplinando la manera en la que los individuos perciben y asumen las tendencias, dentro de un determinado tiempo, permitiéndoles tener un sentido de pertenencia dentro de un conjunto social. Priorizando el comercio en lugar de las personas.

Hablar de moda y género trae varias inquietudes a discusión; no se puede pensar al género en la indumentaria solamente desde una perspectiva. Varias aristas forman parte de este nuevo cambio, entre ellas, la exposición que han tenido diversas realidades, que antes eran invisibilizadas. Además, hoy en día el statement de la inclusión ha llegado al punto de formar parte del mainstream, que el marketing ha hecho uso de dichos discursos para los fines estratégicos de diferentes marcas. No obstante, es necesario plantearse el hecho de que ésta, no es una estética, sino una ética que responde a la importancia de conocer y comprender las dinámicas entre el género y la indumentaria, tanto en el pasado como en el presente. Llevando a plantear nuevas propuestas y significados al vestuario en función de las diversidades; entendiendo que no es posible pensar que la moda no tiene género, porque lo tiene; por el simple hecho de que se plantean nuevas reglas en función a las establecidas previamente. Lo que quiere decir que es parte de los diálogos de la moda que se manifiestan a través de la misma sociedad.

*Las leyes suntuarias son leyes que intentan regular el consumo; con el propósito de restringir el lujo o la extravagancia, particularmente gastos excesivos en materia de vestimenta, alimentos y mobiliario. Históricamente, eran leyes que tenían la intención de regular y reforzar las jerarquías sociales y la moral a través de restricciones, a menudo dependiendo del rango social de una persona, cual es la ropa, comida y gastos de lujo que le son permitidos.