30 Abr Transformar alegría en comida
En un mundo en el que nos estamos acostumbrando a tomar más tiempo en capturar la foto perfecta de nuestra comida, que en reconocer sus ingredientes, sabores y texturas; conocer alguien como Fran, con los ojos grandes, llenos de vida y sonrisas ilimitadas frente a una cocina, es muy emocionante.
Lo conocí en Castizo. Un bar de Sevilla que guarda esa esencia de taberna de tapas. De esos que al entrar cuesta buscar un espacio, donde el ruido de la gente al hablar acobija -con acento andaluz inconfundible- y lo primero que se pide, incluso antes de ver el menú, es una caña/cerveza.
En cuanto me senté, en el único espacio que había en la barra, vi por primera vez a Fran. Un chico alto, espigado con barba poblada que resalta sus ojos juguetones, dirigiendo la cocina que es abierta y a vista de todos. Es como estar en casa de un amigo.
Ver a Fran crear y transformar alimentos con sus manos, mientras se puede ver algunos de sus ingredientes de cerca en la barra del bar, hacen que el acto de cocinar sea algo emocionante y lleno de vida.
No es común ver una cocina con tanto movimiento y tan poco estrés. Al contrario, contagia de alegría ver y escuchar a Fran cantar, tocar palmas -con sus manos llenas de tatuajes- y sacar varios platos mientras anuncia el número de mesa al que están destinados. Él baila entre una y otra barra de la cocina, cantando, sonriendo y cocinando.
Los platos son deliciosos. Un clásico como una tortilla de patatas, sabe mejor con cebollas caramelizadas al whisky, y una cebolla no es igual si está enteramente frita con crema de queso de cabra Ronda. Él sabe que tiene un don con la cocina así, como sabe que no hay nada mejor que compartirlo con su equipo. Entre risas, no para de asombrarse por la belleza de los ingredientes con los que trabaja y dice a viva voz “¡Ole! ¡Cosa más rica tío!”
Él disfruta de lo que hace. La cocina de un bar con tanto movimiento resulta simple si se la trabaja con gusto, con pasión. No es un tema de fama; es disfrutar cada parte del proceso, transformación y belleza de los alimentos, con la misma emoción de un niño que algún día soñó cocinar. Con su cocina y el don que tiene de transformar su alegría en comida hace que la experiencia vaya más allá de un plato delicioso. Hace que la comida tenga un sentido, un motivo para darse el tiempo de apreciarla y disfrutarla.