30 May Sentir y crear con las manos como modo de vida
En relatos antiguos se dice que el cuerpo es un vehículo de comprensión que guarda información de conocimientos pasados. Procesos, emociones, sensaciones que incluso son los que activan y alimentan nuestra intuición. Aquello que nos guía y brinda claridad de maneras, a veces, inexplicables.
Son conceptos que si bien pueden ser extraños o ajenos los percibimos constantemente. El poder de las manos, por ejemplo, desde que se registra vida humana han tenido la habilidad de sanar, crear, cultivar… Una capacidad que involucra conectarse con el cuerpo de maneras que pueden desarrollar posibilidades infinitas.
Este conocimiento es algo que está presente en el cuerpo. Son conexiones que guardan un legado que, aunque no nos hayan educado para eso, tenemos la posibilidad de despertar. “No está olvidado, tan solo reposa en nosotros hasta que nos conectemos de nuevo” dice, Carolina Herrera Tamariz.
Ella es alguien que ha cultivado su curiosidad por explorar la capacidad de transformación que tienen sus manos. Inició con una cámara análoga que le obsequió su padre a los 13 años. Con ella ha documentado, entre otras cosas, viajes que realizado al Asía en los que se conecta con situaciones cotidianas y el proceso de revelado del que se encargó al 100% en la publicación del libro “Vibro al pasar”.
A eso se su ha sumado un vínculo con la capacidad de cultivar y cosechar en un huerto personal del que constantemente colecta alimentos que van desde la manzanilla hasta berenjenas para su consumo personal. “Ves cada una de las etapas de una plantita” dice mientras apunta a unas pequeñas plantitas que sembró hace pocos días. Es sencillo cautivarse por la emoción con la que habla sobre los procesos. Un gusto que alimenta al momento de encontrarse y producir cerámica, crear objetos desde cero y al aprender constantemente sobre el manejo de energías que se pude generar con sus manos al trabajar con terapia Reiki.
Convivir e injerir como parte de los procesos de transformación han logrado que genere una apreciación sobre los alimentos, objetos, imágenes… de manera más cercana, consciente y emotiva; algo que se contrasta en medio de un sistema social que fomenta la adquisición de objetos sin cuestionamiento sobre su fabricación y/o procedencia.
Conectarse con estas habilidades y vínculos con el conocimiento del cuerpo es un compromiso. Un aprendizaje constante al que se le dedica tiempo, se ensaya, se falla y dónde las recompensas puede ser la simple belleza de un vaso. No solo se trata del despertar de un saber, se trata de tener la voluntad de hacerlo.
Cultivar constantemente acciones que le permitan al cuerpo recordar lo que este tiene la posibilidad de hacer, apreciando cada parte del proceso. Reconocer todo lo que implica que algo pueda ser nuestro alimento, que un plato tome forma, que una imagen se revele sobre el papel o que las manos tengan la posibilidad de tener tacto más allá del mundo material. Que es el que conocemos, y aunque suene extraño o ajeno, no necesariamente es el único en el que vivimos.