26 Ago Rincones experimentales, rincones de vida en Quito
Cuando la gente me pregunta de dónde saco los lugares de los que hablo en el blog, no se muy bien qué responder. Hay veces que siento que es suerte, pero otras se acompañan de una incansable curiosidad, de recomendaciones, de eventuales encuentros en redes sociales y otras tantas formas. Sobre todas ellas, siempre predomina aquel estímulo de buscar lugares que permitan mostrar un poco de las cosas que se hacen aquí, que nos abran los ojos a lugares escondidos de la ciudad, y más que nada, descubrir experiencias ricas de vivir y disfrutar.
Caminar por las calles y encontrar lugares como Laboratorio diseño/gastronomía, es muy sencillo encantarse. Ver las plantas que lo rodean, los colores y una sonrisa que te recibe es más que suficiente para saber que se trata de un lugar fresco y nuevo.
Chami es quien está detrás de todo. Una koreana que vive más de 20 años en Ecuador. Cuenta que desde la ventana de su casa, veía todos los días un lugar hermoso, un lugar que pasó de ser una fábrica de alambres a funcionar como una bodega de libros; un cisne que con mucho descuido fue perdiendo su belleza. El lugar era idóneo para hacer lo que ella quería. Un día se animó a transformarlo y hacer de él, el laboratorio de su gran experimento: un restaurante. El proceso de transformación y adecuación le tomó casi seis años entre la limpieza, viajes para comprar cositas, adquirir todos los implementos, entre otras cosas.
El Laboratorio se llama así, aunque la razón para que Chami haya pensado en ese nombre, ya no tenga un lugar en su memoria. “Siempre he sido muy mala para poner nombres”, susurra, mientras conversamos en una de las mesas de la terraza de Laboratorio. Pero no es difícil adivinar por qué lleva ese nombre: yo creo que es por que todo lo que se encuentra aquí. Todo ha sido parte de un experimento y una nueva creación. Se lo siente desde el piso que fue creado a partir de los libreros en desuso que se encontraban en la entonces “casa abandonada” o en el panel solar para calentar el agua y los filtros ecológicos de aguas grises para regar su huerto urbano; o en las mesas hechas a partir de piezas industriales.
Pero entre todo ese suspiro de genialidad, la variedad y la constante experimentación gastronómica son algo que alimentan el atractivo de este restaurante. Aquí siempre hay platos nuevos, al menos cada tres meses. La idea de Laboratorio siempre ha sido para contar con chefs o grupos de chefs intermitentes que lleguen con sus propuestas frescas y creativas. Ahora, por ejemplo, se encuentra BANH MI sanduchería, un proyecto gastronómico de tres amigos que se juntaron después de casi una década de vivir en el extranjero y que al ver que Quito se encuentra en un buen momento de iniciativas culturales decidieron juntarse y quedarse para crear una versión de sánduches vietnamitas con ingredientes locales. En este espacio encuentras desde alitas de pollo, jugos increíblemente ricos y frescos o gaseosas naturales con excéntricos sabores a uvilla, mortiño o mora.
Para enero del próximo año, Laboratorio prepara la llegada de nuevo chef. Hasta el momento, parece ser un invitado desde México, y que, como política del lugar deberá trabajar con productos locales y orgánicos. Otro experimento más. ¡Otra historia que sería imposible no contarla! Así, nace un nuevo post sobre uno de esos lugares tan especiales en Quito.
