29 Jun El arte de la alta costura y de vivir cada instante
No es común conocer alguien que haya trabajado directamente con diseños de Dior, Yves Saint Laurent, Balenciaga, Givenchy. Así que cuando mi amiga Silvia Baer, me habló de Inge Wintersteiger, una señora austriaca de más de 70 años de edad que pasó varios años de su vida patronando y cociendo prendas de alta costura, en la época de mayor auge de las firmas de lujo sabía que debía estar ahí y escuchar su historia.
La entrada de su casa esta decorada por un pequeño camino de flores, que distrae un poco la vista de la entrada principal. Para cuando acabé de recorrer ese pequeño camino, vi una segunda puerta abrirse. Era, Inge, por fin la pude conocer y dejarme cautivar por sus ojos claros que transmiten mucha emoción cada vez que habla de las prendas que llegó a trabajar cuando fue parte de Casa Grider en Suiza. Un lugar donde muchas mujeres cumplían su sueño de tener un vestido de alta costura.
Recuerda que, de muy pequeña, sus padres la enviaron en contra de su voluntad a clases de costura. “De esas cosas en las que no teníamos mucha elección”. Pero una vez estando ahí disfrutó mucho de poder hacer mis propias prendas y de compartir con varias amigas, hasta que decidió realizar un viaje a Inglaterra donde cuidaba niños.
Mientras me cuenta sus historias es inevitable sentir su nostalgia y su delicadeza al ver como toca sus manos y sirve una taza de té junto a unas galletas. En ese viaje nunca dejó de crear vestidos ni de estar al día de lo que pasaba en revistas y pasarelas –mientras sacaba una gran sonrisa- me cuenta lo mucho que disfrutaba de ver telas y de replicar algunas prendas como lo hizo con el vestido de bodas de Marilyn Monroe.
Inge recuerda muy bien las prendas que ha realizado, desde un vestido típico austriaco para una da las niñas que cuidaba en Inglaterra, hasta uno rojo con detalles dorados de Balenciaga que constaba 20 000 francos, en ese entonces. “Trabajábamos hasta seis personas en una mesa, todas teníamos una función específica y hacíamos todos los vestidos a mano –y bueno- así tiene que ser la alta costura”.
Desde entonces ya han pasado algunos años, un matrimonio, hijos y viajes. Uno de los más representativos el que realizó hace más de sesenta años a Ecuador. “Desde entonces aunque me gusta saber que es lo que sucede en la moda, ya no es igual, y no volví hacer aquellos vestidos”. Pero ella es de las personas que siempre necesita mantenerse activa; así que solo ha sido cuestión de tiempo para que se desenvuelva en varias actividades de ayuda social como cuando trabajó para Aldeas S.O.S; Hospitales y un proyecto musical en el que llevaba músicos profesionales y clásicos a varios espacios donde en otras circunstancias no podían ser escuchados.
Incluso tuvo su Café Vienés, un lugar donde traía algunas de las recetas con las que creció además de siempre relacionarse con la música y lo artístico. Cuando converso con Inge es muy atrayente la fascinación con la que recuerda y cuenta todas sus historias, su amor por todo lo que ha hecho, ver como mueve hojas de sus álbumes de fotos y sobre todo sentir como no ha perdido su amor por los detalles, por hacer algo que le gusta y por disfrutar cada una de las cosas que continúa haciendo.
Para mi el visitarla, el conocerla y conversar con ella ha sido una experiencia que siento que me ha dejado un gran aprendizaje que es el ser feliz y entregada con cada regalo que la vida nos dé.