Tejer como arte, tejer para sanar.

“… se busca aquellas interacciones que no han sido legitimadas en el mundo del arte por ser consideradas domésticas, femeninas u ordinarias…”. Refiriéndose al tejido como medio de expresión, entre otros; desde el texto de la curaduría de Recodo y La Suerte (link) para la muestra Ordinaria organizada en Arte Actual. En esta muestra se recaba procesos artísticos; sus distancias, cercanías… incomprensiones.

No acababa de leer esta oración al entrar a la muestra y en mi mente ya tenía a Ana Gabriela Andrade, una artista y escultora que conocí en mi visita a Cuenca (link). ¿Cómo no pensarla? Si ha pasado tan poco tiempo desde que me contó su viaje a través del tejido y cómo éste ha sido su vehículo de sanación, introspección y sobre todo de expresión; ¿Es posible que algo que represente y exprese tanto no sea una acción legitimada por el mundo del arte al ser considerado doméstico, femenino u ordinario?

La historia de Ana Gabriela, es una muestra sobre la capacidad de sentimientos y formas que se puede generar a través del tejido; así como su incomprensión a escala social e incluso académica.

 

En este momento ella tiene 32 años. Pero todas las circunstancias que de alguna manera, han alimentado su obra se manifestaron a partir de sus 15 años. Desde una operación que tuvo y motivo por el que, años después, tuvo que suspender sus estudios en artes en Buenos Aires y luego en Guayaquil.

Fue una mala práctica médica la que causó profundo dolor físico y emocional. Y durante varios años de sanación, fue el acto de tejer el que se transformó en su principal herramienta de sanación y expresión. “Podía tejer horas sin parar, me dejaba ir -dice Ana Gabriela- me desconectaba del resto de cosas que estaban pasando en ese momento”.

Después de varios meses y en un intento de explorar la capacidad de tranformación del tejido en 3D, Ana Gabriela, buscó generar la figura humana. Lo hizo una y otra vez, en distintos colores; en varios momentos, en diversas ciscunstancias durante años. “Había gente que pensaba que estaba loca, nadie me veía haciendo nada más que no sea eso” decía mientras recordaba los lugares que habitaba en un proceso tan personal e introspectivo. Tanto, que no importaba nada más que eso…

 

Comenzó sin saber dónde llegaría. Un día simplemtente supo que tenía más de 500 personas tejidas y que no quería quedarse con ellas. “Tenían que irse”.

En símbolo de su inconformidad con el logo de Ecuador Ama la Vida, (también debía desaparecer), lo recreó en forma y color con estas personas. Se instaló  afueras del Museo Pumapungo como obra paralela a la Bienal de Cuenca; en la que su obra no fue aceptada por sus tintes políticos; y fuera de la Corte de Justicia de Cuenca. Lo hizo junto a una carabina chiclera popular. De esas que se encuentran en los parques, solo que esta vez, en lugar de llevarte un chicle, las personas se llevaron un trozo de la obra… un trozo de Ana Gabriela.

Aunque de esa obra, solo quedan algunos recuerdos, el textil despertó muchas inquietudes en Ana Gabriela. Decidió volver a estudiar, esta vez diseño de moda en la Universidad del Azuay; no por que busque crearse una marca o línea de indumentaria; sino por que busca indagar en las posibilidades de creación y expresión a través de los textiles. Ella es es la única de su generación (me imagino que de varias más) que cursa la carrera con esa visión. Algo que descoloca metodologías y enseñanzas cotidianas.

 

Aunque continúa sintiendo que el medio de expresión que ha encontrado como artista es algo incomprendido incluso a escala académica y profesional; ella continúa explorando y creciendo con el mismo. Entre varios de sus proyectos está una recreación tejida del cuerpo humano… ha hecho un busto, un intestino, manos… no sabe cuándo o cómo lo terminará. Al final del día todo termina en una relación íntima entre el cuerpo y el ser. Sin importar el medio o la herramienta. ¿Es eso considerado doméstico u ordinario?