Espacios en movimiento

He visitado este espacio innumerables veces en los últimos años. He visto cómo, poco a poco, sus paredes se han llenado de colores, formas y texturas de distintas obras de arte. Más que un museo o colección privada, es el relato de tres años recorriendo diversos talleres de artistas.

 

 

Algo que comenzó con un favor de amigos, en el que Martina Samaniego le propuso documentar su trabajo a cambio de una obra, abrió la posibilidad de registrar el arte y talleres de artistas contemporáneos bajo la modalidad del trueque, que hoy por hoy se ha transformado en su estilo de vida.

 

 

“Aunque no todos estén familiarizados con la idea del intercambio. Es un proceso ver cómo todos damos valor y nos dejamos sorprender por el trabajo del otro” dice Edgar Dávila Soto.  Aquí, la documentación más que un tema de espacios y tiempo se transforma en un asunto de constante apreciación sobre el proceso.

Siempre ha sido mágico conocer cómo algo fue hecho. Entrar a los talleres de artistas es levantar un telón donde sus espacios relatan el cómo una obra de arte sucede. “Cada lugar es distinto. Pero todos tienen su belleza especial que de muchas maneras retrata a la persona y su obra”. Desde aquí el arte contemporáneo que se está gestando localmente tiene otra mirada y lectura. Más allá de las obras, tiene una sensibilidad por los contextos y las personas que lo están creando y dando forma. Un acercamiento en el que los dos involucrados comparten y valoran el trabajo del otro, dejando como resultado una pieza honesta, cercana en la que todos tenemos acceso a los espacios de personas que producen diversas clases de piezas. Editores, músicos, artistas, ilustradores…

 

 

Edgar ha cubierto una importante cantidad de oficios, personas y obras. Todas bajo una mirada, que pese a tener un gran bagaje, no ha perdido su capacidad de sorprenderse. Como un baile en el que cambia de salón constantemente dejándose llevar por distintos ritmos y tiempos. Se detiene, varios instantes para registrar en su cámara lo que se destapa ante sus ojos, y muchas veces no duda en preguntar.

Él es curioso. Consulta, incluso sin darse cuenta, verlo recorrer un lugar dando tiempo de apreciación incluso al detalle más pequeño es levantar el telón de su arte. Un momento en el que cultivar una conexión humana y espacial se evidencia en una conversación que puede tomar días enteros acompañada del sonido del “click” de su cámara. El resultado es un relato, visual y textual, de particular cuidado y respeto que se convierte en las puertas a otros mundos. Otros salones y consonancias que nos acercan al arte desde otras fibras y sensibilidades.

Con el pasar del tiempo, los talleres, las crónicas… su espacio se ha transformado en espejo de ese constante movimiento. Un registro tangible de los lugares que ha visitado, además de recuerdos y relatos que son fascinantes escuchar. Cada pieza tiene un lugar y un nombre que se devela a medida que avanzan las horas en su casa. Así como ha visitado cientos de talleres, ahora el suyo también obtuvo su propio ritmo y cuenta sus propias historias.