07 Mar
AIR MAX está por cumplir su tercera década desde su primer lanzamiento. En KIKI le rendimos un homenaje recordando algunos de sus valores y principales características a través de personajes ecuatorianos que los representan y que se encuentran en constante movimiento.
APITATÁN SE REINVENTA
El Air Max se ha mantenido vigente durante tres décadas. Muchos son fieles a su primer diseño, mientras que otros sienten más afinidad con los últimos modelos. Sin embargo, su esencia de innovación y ligereza siguen vigentes en cada uno de ellos. Reinventarse es una de sus claves y es así que hoy hablamos de Apitatán. Sobre la importancia de mantener la naturaleza que lo mueve así como el valor de poder reinterpretarse y encontrarse en cada uno de sus diseños.
Para esta nota acompañé a Juan Sebastián Aguirre / Apitatán en todo el proceso del mural que pintó sobre la Eloy Alfaro y Las Higueras sobre uno que había pintado hace algunos años. Primero nos juntamos en su casa, yo lleve pan y el cocinó un desayuno que compartimos junto a Emi, su hermana, mismo que nos duró hasta casi entradas las 21h00 cuando terminó su primer mural en blanco y negro y el primero, en dos años, en el que vuelve a pintar letras.
LAS LETRAS.- Los murales de Apitatán se han configurado como parte del paisaje de la ciudad. Su estética es cada vez más reconocible, al punto de que cuando lo ven, la gente se detiene para poder mirarlo y así dar un rostro a la persona detrás de esos murales que los han enamorado. Muchos de estos han estado acompañados de frases que de alguna manera u otra nos hemos acostumbrado a leer, tanto que muchos no se han percatado que en los últimos dos años de Apitatán ya no llevan estas frases, y que esta vez vuelven no solo como un tributo a uno de sus principales emblemas como artista sino que también con mensaje determinante que nos invita a ser más accionarios y a dejar de hablar tanto (ya sea en redes o en otros medios) para comenzar ser más tangibles.
EL BLANCO Y NEGRO.- El mensaje de este mural también se hace evidente en el hecho de que este es su primer mural en blanco y negro. Algo que para él significa una constante búsqueda por evolucionar. “Después de seis años, puedo decir que mis personajes me gustan –dice Apitatán– la técnica me acompaña; pero quiero romper esa técnica”. Antes de salir de su casa y todavía con café en mano lo vi recorrer por sus cuadernos donde guarda bocetos, algunos viejos y algunos nuevos; los miraba con detenimiento, analizaba sus formas y técnicas para saber qué es lo que haría en el mural de ese día. Aunque tenía una idea clara, sabía que esta sería la primera vez que jugaría con otros elementos que de alguna manera le harían romper la técnica que ha venido trabajando y lo que hizo de este mural una pieza muy intuitiva.
SU ESENCIA.- Después de haber trabajado en la composición de la imagen, el volumen y los colores; además de haber “jugado” con spray y brochas; viene la esencia de su arte. Esa que se mantiene sin importar los tonos o las formas; la que de alguna manera lo define como persona y como humano. Desde cuestionarse la identidad de su nombre Juan Sebastián ya que es algo impuesto por la colonización que vivimos en nuestro pasado, hasta el apreciar la identidad como algo que viene desde nuestros ancestros. Después de haber terminado el mural Apitatán, Mateo Ulloa, su amigo y mano derecha en la ejecución de varios murales pararon un momento para sentarse en la vereda y apreciar el resultado. Luego salimos a comer un par de hamburguesas para pasar el hambre el día y terminamos sentados nuevamente en la misma mesa donde tomamos el desayuno; solo que esta vez ya no veíamos bocetos, sino que veíamos fotografías de su último viaje al Oriente. Me habló de las personas que conoció, los animales que vio, los rostros que lo enamoraron, las rutas que recorrió y el profundo amor que siente al estar conectado con esa naturaleza. “Para mi –dice Apitatán– siempre es una cuestión de identidad…”.
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