Café Roscón, un regalo de la ciudad

 

1.- Entre saludando
2.-Traiga efectivo para pagar
3.- No venga malgenio o estresado
4.-Sea generoso con su propina
5.-Nunca llegue apurado
6.-Ni estrese ni busque conversa al chef cuando esté camellando.
7.- Si sale al jardín cierre la puerta
8.-El uso del baño es de a uno / no se demore
9.- Nunca pero nunca solicite vallenatos / reggaetón o similares
10.- Pásela bonito

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Ese es el manual de buenas costumbres que se ve al entrar a Café Roscón. Un tesoro escondido en la Floresta que en más de tres años se ha forjado como un espacio de artistas, gestores culturales, creativos…

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Y sí, lo llamamos tesoro porque ya no es común encontrar lugares que no busquen promocionarse en redes sociales, crear sus hashtags o que luchen por su espacio en las publicidades digitales… no, no es común. “Es como un regalo de la ciudad, de esos espacios que llegas cuando tienes que legar” dice Natalia Espinosa que tiene su estudio de cerámica, Perro de Loza, en la misma casa que se encuentra Café Roscón.

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en el Perro de Loza

 

Esta casa que se encuentra en la Madrid E16-143 y Tolosa es una cajita llena de sorpresas que nunca deja de tener vida. En las mañanas está el estudio de cerámica de Natalia, la Majo Rodriguez llega a su estudio con su perrita Huma y desde las 11h00 am abre Vegano de Altura, una cafetería especializada en comida vegana, que cierra a las 18h00 cuando Café Roscón abre sus puertas. Con eso inicia otra vida en la casa hasta casi las 23h00; muchas veces el horario de cierre depende de los ánimos del público.

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Pablo Ayala, el fundador y propietario de Café Roscón es un artista “mamado de ser artista”, según se autodefine. Desde que se agotó de ciertas luchas en el medio artístico se animó a uno de “esos sueños que se tiene de abrir una cafetería o bar para los amigos”; lo ha decorado con algunas de sus obras y muebles que diseña. Comenzaron con cuatro mesas y hace un año y medio, aproximadamente, se expandieron unas cuantas más.

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“Es un espacio pequeño… Conocemos los nombres del 90% de las personas que vienen y el otro 10% es porque a veces se nos olvida”. Es un lugar que no se ha dejado corromper por la ambición y que se ha mantenido fuerte en su esencia de ser un lugar de encuentro y reencuentros. “Aquí me reencontrado con muchos amigos y artistas, he oído hasta lo que no he querido oír –lo dice entre risas– y también he visto muchos proyectos nacer”.

 

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Esta no es una propuesta que busca generar el mejor café de la ciudad, con máquinas industrializadas ni especializadas. “Sabemos que no tenemos el mejor café –dice Pablo Ayala– y tampoco lo creamos para hacernos millonarios”. Lo que realmente importa es brindar un espacio para estar y disfrutar con personas que comparten intereses, mientras se toman un café, un vino o una cerveza mientras pican algo. Desde su sánduche “sanchicholo” de huevo, tocino, champiñones, queso cheddar, cebollín y pan vegano, hasta sus porciones de empanadas de verde; todo en un rango de precios que va desde los 2, 50 hasta los siete dólares.

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El Café Roscón es un verdadero regalo de la ciudad… es hecho por Pablo y su esposa Eli, ellos dos son los que noche tras noche atienden y así ha sido durante más de tres años desde su apertura, ellos dos, son los que han mantenido la esencia intacta y un hospedaje que se enfoca en el momento, el pasar bien y compartir. Un lugar que invita a estar y tener muy buenas costumbres.

 

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