10 Feb Comida hecha con amor y tradición
Entre las cosas que más me gusta de ir a Frida, además de su comida, es lo encantador de su espacio y la facilidad con que me siento a gusto ahí. Desde la entrada cualquiera puede darse cuenta de que no se trata de un lugar convencional. Dos perros te dan la bienvenida con sus colas en movimiento. Ellos son parte de la familia de Ana María y Jorge, los propietarios del lugar.
Al entrar, una barra larga se extiende como un pasillo. Detrás de ella siempre está la cálida sonrisa de Ana María quien dirige todo el movimiento de la cocina. Una cocina grande, a la vista de todos. A paso seguido, los colores vibrantes y un pizarrón con todo el menú se convierte en el centro de atención, y es donde todas las decisiones son tomadas.
Es en ese lugar donde todo se centra. Un lugar de taquería tradicional mexicana en la que una vez que realizas tu pedido, tú eres quien se encarga de complementarlo con picante o salsas y llevarlo a tu mesa.
Foto cortesía Frida
La idea de Ana María desde siempre fue tener un lugar para cocinar y compartir con otras personas en un ambiente de confianza, como si estuvieran en casa. Pero fue cuando conoció a Jorge -quien cumple el rol del novio mexicano de Ana María-, que dio sus inicios en la cocina tradicional mexica. Incluso realizaron un viaje a México donde se fascinaron con la esencia informal de las taquerías en lugares como la Central de Abastos, donde el sabor y la experiencia se conjugaron para convencerlos de dedicarse a lo que hacen hoy en día.
No sólo se trajeron experiencias e historias. También tuvieron consigo recetas de salsas y mucha inspiración para sus bebidas emblemáticas. La margarita de tamarindo con su sorbete comestible del mismo sabor es producto de esos viajes y esas alegrías que brotaron con ellos. Los ingredientes son también un caso aparte para reseñar: el chile guajillo, los elementos decorativos como un corazón lleno de luz que atrapa la mirada, las calaveras. A partir de esos pequeños elementos, realizaron un altar especialmente decorado para las fiestas tradicionales de México.
Desde su viaje, hasta abrir las puertas de su local, pasó un año. Todo el proyecto fue tomando vida con el tiempo. Realizaron su propios muebles, pintaron el lugar y diseñaron su imagen. Poco a poco, todas las cosas que habían comprado salieron de la bodega, se enmarcaron y se colgaron.
Ahora, Frida ya es parte del barrio. Las personas que pasan por ahí sienten que cuentan con una nueva alternativa donde pasar el rato. Aquí la informalidad se confunde con la comodidad de sentirse en casa. Día a día, platillos tradicionales mexicanos se preparan en las manos de quien siempre soñó brindar parte de su cariño través de su comida.
